Querid@s lector@s:
En esta ocasión les presentamos la primera entrega del proyecto Universo Animal Ilustrado en la BPRD, que trata en específico las imágenes de algunos de los animales que aparecen representados en las colecciones de la Biblioteca.
Ésta trata sobre el rinoceronte (y de manera indisoluble, como veremos, también el unicornio). Este contenido se desarrollará en dos publicaciones, por motivos de extensión. Esperamos sean de su interés.
Introducción
El rinoceronte, originario de Asia y África,
era poco conocido históricamente en Europa. Se sabe que algunos ejemplares llegaron
a Europa al circo romano, gracias a Cayo
Plinio Segundo, más conocido como ‘Plinio El Viejo’ (23-79 d.C.)
en su célebre Naturalis historiae, que nos ha llegado traducida a lengua
vernácula como Historia natural. A
tal efecto, estos enormes animales fueron traídos desde lugares lejanos para
combatir en la arena durante los juegos de Pompeyo
Magno (106-48 a.C.), y en esta misma fuente aparece ya perfilado como
enemigo del elefante.
Plinio menciona su característico cuerno en la
nariz –el significado de su nombre lo toma de esta particularidad, ya que
etimológicamente el término “rinoceronte” procede del griego rhinokéros, rhinokerotos,
formado con rhís, rhinós ‘nariz’ y kéras, kératos ‘cuerno’,
porque este animal tiene uno o dos cuernos en la línea de la nariz–.
Rinoceronte vs. unicornio
Una de las primeras fuentes occidentales que
hablan sobre el unicornio fue escrita por el médico e historiador griego Ctesias de Cnido (segunda mitad del
siglo V a.C.), quien menciona que en Indostán hay asnos silvestres con un
cuerno y diferentes colores en su cuerpo (Borges y Guerrero, p. 53). De acuerdo
con Plinio, los unicornios tienen diferentes partes de diferentes animales
ensambladas: cuerpo de caballo, cabeza de ciervo, patas de elefante y cola de
jabalí, y portan un cuerno en la frente (Plinio, 1624, p. 389), siendo por
tanto animales quiméricos simbólicos.
Plinio recoge que las sagradas escrituras en
hebreo denominaban al rinoceronte reen,
al igual que al unicornio, debido a que ambos animales poseen la peculiaridad
de ostentar un único cuerno. Posteriormente, según recoge Pastoreau (2019, p.
134), se asimilan en el saber medieval estos dos animales bajo el sobrenombre
de “monoceros”, término que significa ‘un cuerno’. Las connotaciones que esto puede tener para la posteridad
del saber occidental son variadas: en casi todas las fuentes consultadas se
habla sobre el unicornio y el rinoceronte haciendo un recorrido por su historia
se menciona el ‘parentesco’ al menos formal entre ambos, así como su etimología
asimilable en algunas lenguas; en estos dos animales se destaca su fuerza y
letalidad; esta asimilación provoca una fusión entre ambos hasta el punto de que
en la enciclopedia de Isidoro de Sevilla
(principios del siglo VII), se menciona que una cornada de unicornio puede
provocar la muerte de un elefante (Borges y Guerrero, p. 53), por lo que parece
que ambivalentemente tanto el unicornio como el rinoceronte son animales que
parecen estar destinados a estar enfrentados al elefante en la disputa por ser el
animal más fuerte.
Otra importante fuente que alimentó desde época
remota la existencia del unicornio es el Physiologus griego,
manuscrito que se estima podría datar del siglo II al IV en el que aparecieron
descripciones moralizantes de animales y seres fantásticos. Su difusión fue muy
amplia en la Edad Media, gracias a diversas traducciones, que nos han permitido
su conocimiento, ya que no se ha conservado el documento original. Esta fuente
sin duda precedió a los bestiarios medievales que proliferaron desde el siglo
XII. En base a lo indicado en esta fuente, en que se habla del mal ánimo del
unicornio, varios autores posteriores lo vieron como una prefiguración del mal,
asimilándolo con Satán (Jung, 1995, pp. 426, 427).
Por último, cabe reseñar que hay varias
especies de rinocerontes, y al rinoceronte indio se le denomina rhinocerus unicornis, ya que hay otros
ejemplares que poseen un segundo cuerno, a diferencia del indio, que solamente
tiene uno. Al parecer, este tipo de rinoceronte fue el primero que se conoció
en Occidente gracias a los viajes de las tropas de Alejandro Magno, y se cree
que su avistamiento pudo influir en la generación del mito del unicornio, razón
por la que se le denomina de esta manera.
Si bien hay diferencias importantes entre ambos
animales –el unicornio es un animal quimérico, compuesto por diferentes partes
de otros seres, y por tanto fantástico y simbólico; mientras que el rinoceronte
es un animal real–, si tratamos de retrotraernos en el tiempo, ambos animales
eran igual de desconocidos y tenían la misma posibilidad de ser ficticios y por
tanto, meramente mitológicos.
Cabe añadir, que hasta su llegada a territorio
europeo tras siglos en que su existencia estuvo puesta en entredicho, ambos se
consideraban símbolos de ferocidad, fuerza, y casi inmortalidad. Debemos además
tener en cuenta que a comienzos del siglo XVI nace la zoología científica, pero se mantendrá por algún tiempo la confusión entre animales reales y mitológicos (Morillo, 2007,
p. 2104).
Gerónimo Cortés escribió acerca de la dualidad
del unicornio y el rinoceronte:
“Algunos Autores llaman al Vnicornio
Cavallo Indico, por la femejança, poftura, y braveza que con èl tiene, como fon
Plinio y Eli[¿]no. Otros quieren, como Solino, y San Ifidoro, que el Vicornio
fea el Monoceronte , ò Rinoceronte , como fe lee en Griego , porque los que han
efcrito de efte animal le atribuyen todas las calidades , propiedades , y
poftura del Vnicornio , y afsi quieren que todo fea vno : quien quifiere vèr
argumentos en contra , y en pro de efto que vamos tratando , lea el libro de la
hiftoria de Animales Terreftres , que doctamente efcribviò Francifco Velez de
Are niega […] El cuerno del Vnicornio tiene grandes propiedades , y excelencias
[…]” (pp. 298, 299)
El unicornio fue visto como emblema de Mercurio, cuya
simbología pasó del paganismo romano al cristianismo, siendo finalmente asimilado
como prefiguración de Cristo (Jung, 1995, p. 420).
El simbolismo del cuerno
El elemento central que hace que ambos animales
–tanto el mitológico como el real– se asimilen, es que ambos portan un cuerno, lo
que aparentemente les favorece en la lucha contra otras especies. El cuerno es
un símbolo de abundancia en algunas culturas, que bajo la denominación de cornucopia (del latín cornu, 'cuerno' y
copĭa, 'abundancia'), generaron un elemento que simbolizaba la prosperidad, y
se remonta al siglo V a.C. en Grecia.
Desde tiempos remotos, se ha considerado que el
cuerno del rinoceronte era muy valioso por tener propiedades medicinales. En
paralelo, el unicornio era también codiciado por su cuerno. Morillo (2007)
afirma que por su cuerno de la salvación, el unicornio fue asimilado con
Jesucristo; por su predilección por las doncellas, ya que duerme en su regazo, el
unicornio ha sido visto como una prefiguración del Espíritu Santo, pero también
por su ferocidad y maldad también se ha visto asimilado con el diablo
(Accatino, 2000).
El cuerno de ciertos animales
como el rinoceronte o el unicornio se ha visto como un símbolo de fortuna,
fuerza y salud. Este atributo además se ha asimilado con la cruz de Jesucristo,
y por ende, con su naturaleza como juez y salvador (Jung, 1995, p. 423).
Habitualmente el cuerno del unicornio
se representa de manera similar al del narval o ‘monodon monoceros’, animal acuático que
posee un largo cuerno helicoidal. En época medieval, sus cuernos eran tratados
como si fueran de unicornio, por lo que el mito del unicornio pudo haber sido
alimentado por este histórico animal marino.
Un
rinoceronte en Lisboa
En 1497 Vasco da Gama abrió la ruta marítima a
la India por el Cabo de Buena Esperanza, lo que supuso la apertura a un amplio
intercambio comercial, y por ende a conexiones culturales entre Occidente y
Oriente. De acuerdo con Wittkower (2006, p. 20), la transmisión cultural que se
genera con esta apertura se realiza en tres ámbitos –comercio, asimilación y
adaptación, y por último, completa transformación–. En el caso de la llegada de
ejemplares de animales exóticos y desconocidos, rompía con un velo de misterio
que envolvía algunas de las especies más lejanas, y muchas llevaban aparejadas
un cierto simbolismo asociado. En el caso que nos ocupa, se trata de la fuerza
y la letalidad.
En mayo de 1515 llegó a Lisboa un ejemplar de
rinoceronte indio conocido popularmente como “Ganda“ por su cuidador, y
bautizado como “Ulises” por los navegantes. Este portentoso animal fue un
regalo del sultán Muzaffar Shah II de Cambay a Alfonso de Alburquerque –entonces
gobernador de las Indias–, quien decidió a su vez regalarlo al rey Manuel I de
Portugal (Gutiérrez). Este monarca deseaba resolver el enigma de cuál era el
animal más fuerte, si el elefante o el rinoceronte. Conviene aclarar que en
este momento proliferaban en Europa las denominadas ‘casas de fieras’ o ménagerie, destinadas a albergar
animales exóticos, que suponían a su vez una ostentación del poder económico de
sus dueños. Éstas son un antecedente directo de los actuales zoológicos. A su
llegada, Ganda se alojó en la casa de fieras del Palacio de Ribeira en Lisboa
(Gutiérrez).
El rinoceronte, tras haber saldado su disputa y
haber impresionado a aquellos que pudieron verlo de cerca, fue ofrecido al papa
León X. Sin embargo, el animal no llegaría a este destino, pues el navío en que
viajaba naufragó, debido a que realizó la travesía amarrado.
Ganda
retratado por Durero
La disputa se saldó con la innegable derrota
del elefante, y esta reyerta provocó que la simbología animal se modificara,
dando como resultado que durante el siglo XVI se le representara como el más
fuerte de los animales (Pastoreau, 2019, p. 136). En paralelo, curiosos y
sabios se sintieron atraídos por este paquidermo. Entre ellos, dibujantes y
artistas también quisieron saciar su interés por conocerlo, observarlo, y
también algunos artistas quisieron retratar a este gran mamífero. En la
actualidad no se conserva ninguno de estos retratos del natural, pero sí
sabemos que a través del intercambio entre artistas lusos y alemanes, llegó a
manos de Alberto Durero –probablemente
a través del impresor portugués Valentim
Fernandes– un boceto del animal acompañado de una descripción (Pastoreau,
2019, p. 136). En base a este bosquejo y desde su taller en Núrenberg el artista realizó una
xilografía que ha sido consagrada por la historiografía del arte como una de
las representaciones más conocidas, reproducidas e inspiradoras desde 1515
hasta la actualidad. El texto que acompañaba a la representación del animal,
fue traducida al alemán e incorporada en la propia plancha, cuya traducción al
español podría ser:
“En el primero de mayo del año 1513
[sic], el poderoso Rey de Portugal, Manuel de Lisboa, trajo semejante animal
vivo desde la India, llamado rinoceronte. Esta es una representación fiel.
Tiene el color de una tortuga [o sapo, según la traducción] moteada, y está
casi completamente cubierto de gruesas escamas [o capas gruesas]. Es del tamaño
de un elefante, pero tiene las patas más cortas y es casi invulnerable. Tiene
un poderoso y puntiagudo cuerno en la punta de su nariz, que afila en las
rocas. Es el enemigo mortal del elefante. El elefante se asusta del
rinoceronte, pues, cuando se encuentran, el rinoceronte carga con la cabeza
entre sus patas delanteras y desgarra el estómago del elefante, contra lo que
el elefante es incapaz de defenderse. El rinoceronte está tan bien acorazado
que el elefante no puede herirle. Se dice que el rinoceronte es rápido,
impetuoso y astuto”. (Wikipedia; Pastoreau,
2019, p. 136).
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Alberto Durero: rinoceronte. Xilografía
sobre papel, 1515. British Museum, Londres |
Debido a que esta imagen confirmó la veracidad
de la existencia de los rinocerontes, que en aquella época era plausible dudar
de su existencia real, debido a que no se había visto uno en Europa desde época
romana. Por tanto, esta representación fue la muestra de la existencia real de
este animal, que bien podría considerarse mitológico.
Destacan en la xilografía de Durero algunas
imprecisiones. Quizás la más llamativa sea que su piel no es escamada, y que
tampoco está conformada por algunas de las estructuras que a modo de armazón el
artista incorpora –a diferencia de los pliegues que posee, que sin duda son una
de sus características más llamativas; aunque sí es cierto que su piel no es
lisa, quizás la manera de representarla en este grabado, con círculos y otras
estructuras no basadas en la realidad, pudo resultar más efectiva–. Además, el
segundo cuerno que incorpora en la parte de su espalda es pura invención, ya
que hay otras razas de rinocerontes que tienen un doble cuerno, se trata de ejemplares
africanos y no asiáticos, y que lo tienen más cercano a la zona nasal.
Uno de los motivos por los cuales este grabado
tuvo una gran repercusión es, probablemente, porque la fama que el propio artista
había alcanzado en Europa desde los últimos años del siglo XV.
Esta estampa, de la que se cree que se llegaron a imprimir unas 5.000 copias
cuando el artista todavía estaba vivo, y a las cuales se incorporaron
probablemente algunas más tras su fallecimiento, hicieron que esta imagen de
1515 se considerara canónica durante siglos. En el siglo XVIII llegó otro
ejemplar llamado Clara a Europa, y diversos artistas pudieron representarla del
natural en sus viajes por el continente (Morillo, 2007), lo cual no restó importancia a la
imagen canónica de Durero. A pesar de que otros artistas pudieron generar
retratos del natural de otros rinocerontes, la imagen del alemán fue tan
extendida que por largo tiempo perduró en la memoria y la historia visual de la
representación de este animal.
Es interesante cómo esta representación permea
en la visualidad de tal manera que se vuelve icónica para el mundo occidental,
gracias a la amplia difusión y distribución de las copias del grabado realizado
por el artista alemán. Ningún otro animal en la historia del arte ha resultado tener
un calado de tanta magnitud por tanto tiempo, y haber conseguido permear tanto
a través de una representación visual como el rinoceronte de Durero.
Raquel Abella López
Co-investigadora Proyecto "Universo Animal Ilustrado en la BPRD"
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