El libro antes del papel decorado
En los primeros siglos de la imprenta y hasta el siglo XIX eran pocos los impresores que encuadernaban los volúmenes en el taller. Así la tarea de darle una más duradera cubierta a los ejemplares recaía en el dueño final, dejando a merced de su gusto y capacidad adquisitiva la encuadernación que recibirían sus libros, muchas veces acorde a los colores de su propia biblioteca.
Sería a mediados del S. XVII, y gracias al aumento de los tirajes de imprenta, que empieza a florecer el interés de los impresores por encuadernar sus propios libros y así aumentar el valor de cada uno de ejemplares vendidos. Esta nueva empresa editorial exige un descenso en los costos de producción y el cuero ya no es una alternativa viable. De esta forma se populariza el llamado estilo “holandés”, característico de las encuadernaciones que compraban los becarios universitarios por su modesto precio.
Marmolados
De tradición casi milenaria, los papeles marmolados han sido por siglos los papeles de lujo por excelencia; el complicado y alquímico proceso de fabricación, los exóticos materiales y sus inmensas combinaciones y variedades lo catapultaron como un arte místico, apreciado por Chinos, Japoneses, Persas, Indios y Turcos. Fascinados por este misterioso método de lejano oriente, los hombres del Renacimiento fueron los primeros occidentales en estudiar el proceso y en replicarlo; mas no sería hasta el S. XVII que pasaría de ser el secreto de unos pocos a convertirse en una verdadera industria asociada al libro, cambiando por completo el enfoque espiritual que le entregaron las civilizaciones de oriente por una principalmente decorativa.
El marmolado habla de una familia de técnicas que imprimen la superficie de un papel u
otro soportemediante transferencia de una pintura que flota sobre un líquido. Esta pintura puede ser manipulada de diversas formas: con abanicos, varas, cepillos, químicos y peinetas. Occidente fue particularmente creativo con la invención de peinetas, herramientas y nuevos estilos, cada cual propios de una región y una época; estos son el caso del “rizo francés”, las finas peinetas alemanas o “nonpareill” (fr. “sin igual”) y los
hermosos marmolados ingleses del s.XIX y XX.
Este nuevo interés por el papel provoca que los mismos impresores ingresen al mercado de la producción de papeles decorados xilografiados que, impresos muchas veces con pasta de engrudo, eran la mejor competencia de los coloridos y onerosos marmolados.
Sería en este siglo que la ciudad de Bassano Del Grappa, en el norte de Italia,
se convertiría en la capital mundial de la producción de papeles decorados, todo gracias a la aparición de la Familia Remondini quienes desde 1657 hasta 1861 se mantuvieron como principales impresores de libros y papeles para encuadernación, logrando distribuir sus estampas mediante extensas redes de comercio por toda Europa e incluso América.
La revolución impresa
Durante siglos los papeles impresos compitieron de manera equiparada contra los papeles marmolados y pintados a mano, pese al elevado costo de estos últimos. No obstante los avances industriales del siglo XIX permitieron un crecimiento exponencial en la producción de libros y, por consecuencia, de papeles decorados para encuadernación. La imprenta rotativa (c.1840), la litografía y la esgrafía se impusieron como las formas predilectas de los impresores, quienes se apropiarían casi de manera definitiva del proceso de encuadernado, abriendo paso a la novedosa encuadernación artística. Si bien los primeros papeles decorados se imprimirían a semejanza de los marmolados con el tiempo se transformaron también en una efectiva forma para realzar el contenido del libro o incluso con fines publicitarios.
Importantes exponentes en el uso este tipo de papel fueron las encuadernaciones artísticas de la casa barcelonesa “Montaner i Simón” y en Chile destacaron la “Imprenta y Encuadernación Barcelona” y la “Imprenta Tornero”.
Otro tipo de papel decorado de carácter más lujoso se desarrolló en la Alemania del siglo XIX y se popularizó por Europa y Estados Unidos gracias a la imprenta rotativa, los llamados papeles “Brocados” lucen una apariencia textil y una llamativa película dorada que resultó ser muy frágil a las inclemencias del tiempo; al día de hoy son raros los ejemplares que sobreviven en un buen estado de conservación. En Chile fueron utilizados por la “Librería Chile” (luego “Zamorano y Caperán”) para gran medida de las
encuadernaciones que ofrecían a sus clientes.
Papeles de Annonay
Situada en medio de la ruta de la seda, la región de la Occitania francesa, fue el hogar de gran parte de la industria papelera del país galo desde los siglo XVII y XVIII. La ciudad de Annonay rodeada por dos afluentes del río Rhône (Cance y Deôme) se convirtió así en capital de los molinos, albergando familias de tradición papelera tan importantes como los Canson y Montgolfiers. Esta última sería la responsable de la invención en la década de 1820 de los famosos f auxmarbrés (o falsos marmolados) que se pintaban con un cepillo de manera directa sobre el papel; su bajo costo y semejanza con el marmolado hicieron que se fabricasen de manera industrial durante gran parte del s.XIX, llegando a tener una gran presencia en toda Europa y en gran parte de la industria encuadernadora Sudamericana.
Sin embargo los Annonay no son los únicos ejemplos de papeles pintados de aplicación directa, ya que fueron antecedidos en gran manera desde la edad media por papeles pintados al engrudo, en los que una pasta de harina o almidón coloreado se reparte por la superficie del papel creando patrones y dibujos con diferentes herramientas y peinetas.