El término Inquisición hace
referencia a varias instituciones dedicadas a la supresión de la herejía
mayoritariamente en el seno de la Iglesia católica. La herejía en la era
medieval muchas veces se castigaba con la pena de muerte, y de ésta se derivan
todas las demás.
La Inquisición española o
Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición fue una institución fundada en 1478
por los Reyes Católicos para mantener la ortodoxia católica en sus reinos. La
Inquisición española tiene precedentes en instituciones similares existentes en
Europa desde el siglo XII, especialmente en la fundada en Francia en el año
1184. La Inquisición española estaba bajo el control directo de la monarquía.
No se abolió definitivamente hasta 1834, durante el reinado de Isabel II. Pero
su abolición fue aprobada en las cortes de Cádiz en 1812 por mayoría absoluta.
La preparación y formación
teológica expuesta tanto por los dominicos como por los franciscanos hizo que
al fundarse la Inquisición, las autoridades se fijaran en estos religiosos y le
confiaran su organización, que llevaron adelante con mucho celo, al punto de
que los primeros quedaron asociados para siempre con este célebre tribunal. Tal
vez los más famosos inquisidores son Bernardo Gui (o de Guio) y Tomás de
Torquemada, ambos dominicos.
En la Biblioteca Patrimonial se
conserva uno de los más importantes documentos históricos de la Inquisición
española “De origine et progressu Officii Sanctae Inquisitionis”, (“El
origen y el progreso del oficio de la santa Inquisición”) en su primera edición
de autoría de Luis de Páramo publicada en Madrid por la Imprenta Real en 1598.
Su autor Luis de Páramo fue un
clérigo e inquisidor toledano de la segunda mitad del siglo XVI y primera del
XVII. Procedía de una familia con
fuertes vínculos con la Inquisición española. Fue inquisidor en Sicilia, y un
hermano suyo lo fue en la misma Toledo. Durante su mandato, publicó en Madrid
la obra De origine et progressu Officii Sanctae Inquisitionis, eiusque,
dignitate & utilitate (1598), que procuraba legitimar históricamente el
tribunal de la Inquisición, pero que recogía además la doctrina básica sobre
sus fundamentos, funciones y actividad.
Luis de Paramo en esta obra
afirma que “la censura es imprescindible para preservar las buenas costumbres
de los ciudadanos. Pero la tarea del
censor en un estado fiel a Cristo es más trascendental, si cabe: ya no se trata
sólo de conservar el régimen y la constitución estatal (disciplina Romanorum),
sino de salvaguardar la doctrina de Cristo, velar por la fe católica, y, de
paso, aumentar la gloria de Dios. Ya que
la amenaza mayor para la salud de la República Cristiana la representan las
opiniones contrarias a la verdadera fe, le corresponde a la Santa Inquisición
la tarea y la obligación de identificar a los herejes, destruir sus libros y
revelar así el buen camino a los errantes”.
La idea de Páramo era “denunciar
el poder de la falsa doctrina que esparcen los herejes como veneno mortífero
para condenar a la perdición las almas infelices”.
Para tener actualmente
alguna idea de la jurisprudencia, de la Inquisición y de la forma de su
procedimiento desconocida entre los tribunales civiles, se destaca el Directorio de los inquisidores que Nicolás Eymeric, gran inquisidor
del reino de Aragón a mediados del siglo XIV, compuso en latín y dirigió a los
inquisidores, sus colegas, en virtud de la autoridad de su cargo.
Poco tiempo después
de la invención de la imprenta, el año 1503, dieron a luz en Barcelona una
edición de dicha obra, que se repartió a todas las inquisiciones del mundo
cristiano. En Roma, en 1518, apareció la segunda edición de la referida obra
con anotaciones y comentarios de Francisco Peña, doctor en teología y
canonista.
Santo Domingo fue el verdadero
fundador de la Inquisición, pero Luis de Páramo fue uno de los escritores más
respetables y más brillantes del Santo Oficio. Refiere en el título II de su
segundo libro que Dios fue el que instituyó el Santo Oficio y que ejerció el
poder de los hermanos predicadores contra Adán. Por eso empezó por citar a Adán
ante el tribunal: ¿Adan ubi est?, y efectivamente, añade, el defecto de
citación hubiera anulado el proceso de Dios. Los trajes de piel que Dios dio a
Adán y a Eva fueron el modelo del «sambenito» que el Santo Oficio mandó llevar
a los herejes; verdad es que este argumento prueba que Dios fue el primer
sastre, mas no por eso es menos evidente que fue el primer inquisidor. Adán fue
privado de todos los bienes que poseía en el paraíso terrenal, y por eso el
Santo Oficio confisca los bienes de todos los que sentencia.
En “De origine et progressu Officii Sanctae Inquisitionis, eiusque,
dignitate & utilitate” Luis de Páramo enumera luego los herejes que
sentenció a muerte la Inquisición, y según se cuenta exceden de cien mil. Su
libro se imprimió en Madrid el año 1598, con la aprobación de los doctores, con
elogios del obispo y con privilegio del rey.
Texto e imágenes:
Felipe Gilabert Rodríguez
Bibliotecólogo Biblioteca Patrimonial Recoleta Dominica
Fuentes:
Wikipedia. Inquisición española. 2013.
Disponible en línea en:
Wikipedia. Orden de Predicadores. 2013.
Disponible en línea en:
http://es.wikipedia.org/wiki/Orden_de_Predicadores
Disponible en línea en:
http://es.wikipedia.org/wiki/Orden_de_Predicadores
Torre de Babel Ediciones. Inquisición.
Disponible en línea en: