Una argentina fabrica el único papel que dura 100 años.
Es fotógrafa y tiene la planta en Berazategui; el producto es libre de ácido y se usa en museos.
25 de enero 2010.
Olga Arean espera ansiosa la llegada de abril. Ese mes viajará a Qatar para competir por el Premio a la Mujer Empresaria que otorga la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (Unctad). En esa terna, se enfrenta con otras nueve mujeres y está confiada: cree que, tras una década de investigación sobre la conservación del papel, su empresa Conservante, la única de la región que produce papel libre de ácido, le permitirá alzarse con el preciado galardón.
"Diez años es mucho tiempo. Trabajamos mucho en este proyecto. Cuando empecé a nadie le importaba el tema y hoy estamos logrando que el público comprenda la fragilidad de un documento. Las fotos, los títulos universitarios, las obras de arte..., todas estas sucumben al paso del tiempo, pero nuestros sobres y cajas permiten conservarlos por 100 años", resume Arean.
"Diez años es mucho tiempo. Trabajamos mucho en este proyecto. Cuando empecé a nadie le importaba el tema y hoy estamos logrando que el público comprenda la fragilidad de un documento. Las fotos, los títulos universitarios, las obras de arte..., todas estas sucumben al paso del tiempo, pero nuestros sobres y cajas permiten conservarlos por 100 años", resume Arean.
La fotógrafa y conservadora, de 53 años se formó en Estados Unidos y se animó a montar su planta en el Parque Industrial de Plátanos en Berazategui. Conservarte abrió sus puertas en 2001.
"Atrás de eso ya venían arrastrados años de investigación. Yo empecé importando el producto, pero me negué a seguir y confié en que podía hacerlo yo misma con la gente de mi país... Creí firmemente que podíamos crear trabajo y hacer las cosas bien", recordó.
"Atrás de eso ya venían arrastrados años de investigación. Yo empecé importando el producto, pero me negué a seguir y confié en que podía hacerlo yo misma con la gente de mi país... Creí firmemente que podíamos crear trabajo y hacer las cosas bien", recordó.
Para empezar, Arean se juntó con una ingeniera y empezó a testear los papeles. Inmediatamente después, aplicó y obtuvo un crédito por US$10.000 que entregaba la Provincia de Buenos Aires a proyectos innovadores.
"Con eso hicimos la primera bobina de papel. Todo fue testeado junto con el INTI (Instituto Internacional de Tecnología Industrial) y conseguí una patente de invención por desarrollar un polímero que controla la temperatura en las cajas y forma una barrera contra insectos y humedad", relató Arean, que comenzó en un garaje y luego instalarse en el predio industrial.
La empresa desarrolló tres productos exclusivos: Permafot, un papel permanente libre de ácido; Permart, una cartulina libre de ácido, y Permaon, cartón corrugado con las mismas condiciones y polietileno neutro, que conforma la barrera contra la humedad.
"Nuestros cartones protegen por 100 años cualquier documento y nuestros precios son un 150 por ciente más económicos que los importados", dijo. Salió a vender sus productos acompañados por un servicio integral de conservación, que incluye el asesoramiento y la recuperación de documentos.
Entre sus clientes están la biblioteca del Congreso de la Nación, el Museo Nacional de Bellas Artes, el Museo de la Casa Rosada, el Centro Cultural Ricardo Rojas, la Escuela Argentina de Fotografía, la Fundación Antorchas, la Fundación Jorge Luis Borges y la Fundación Parque de España.
Crecimientos y desafios
La empresa también tiene clientes en el exterior en países como Chile y Ecuador. "En 2008 las exportaciones fueron el 30 por ciento de nuestro negocio y si bien el año pasado no tuvimos mayores envíos, confiamos en que eso va a cambiar", agregó la emprendedora, que hizo el taller de formación empresarial en la Fundación Empretec, en donde aprendió a "correr riesgos calculados y planificar".
Conservarte facturó medio millón de pesos en 2008 y el año pasado duplicó esa cifra. "Esperamos crecer esta año también", dijo Arean.
"Tenemos varios desafíos enfrente. Uno es llegar a las empresas con nuestro mensaje. Lo cierto es que todas las compañías que certifican ISO deben guardar documentos y nuestras cajas libre de ácido son ideales para eso. Voy a visitar empresas para llevar y explicar el mensaje", agregó. Para la emprendedora el otro gran desafío es explicarle al consumidor final la importancia de gurdar documentos en la forma adecuada.
"La gente no es del todo consciente sobre el tema. Piensa que, enmarcando un título, lo va a proteger, y eso está muy lejos de la verdad. Tenemos que trabajar para que entiendan los beneficios de nuestros sobres y papeles", concluyó, tras anticipar que está trabajando en el desarrollo de un papel que "conserve naturalmente lo que se le imprima por más tiempo".
Mercedes García Bartelt
La Nación (Argentina).
Determinar el estado exacto de conservación de un libro sólo por su olor.
15 de enero 2010
Los científicos pueden no ser capaces de adivinar un buen libro por su cubierta, pero ahora sí pueden determinar, a través del olor, en qué condiciones de conservación se encuentra un libro viejo.
Un grupo de expertos ha desarrollado un nuevo análisis que puede medir la degradación de libros antiguos y documentos históricos sobre la base de su olor. La prueba "olfativa", no destructora, puede ayudar a bibliotecas y museos a preservar una variada gama de objetos de gran valor hechos de papel, algunos de los cuales están degradándose rápidamente debido a su gran antigüedad.
Matija Strlic y sus colegas hacen notar en el estudio que el bien conocido olor a moho que emana de un libro antiguo cuando sus lectores lo hojean, es el resultado de cientos de los llamados compuestos orgánicos volátiles (COVs) que emanan del papel.
El aroma de un libro viejo es familiar para todos los usuarios de una biblioteca tradicional. Este inconfundible olor es tan propio del libro como su contenido. Es el resultado de las emanaciones de varios cientos de COVs procedentes del papel y de todo el objeto en general. La mezcla particular de compuestos es la consecuencia de una red de vías de degradación, y depende de la composición original del objeto, incluyendo el sustrato de papel, la encuadernación y otros elementos.
Esas sustancias volátiles portan pistas sobre la condición del papel. Los métodos convencionales para analizar los materiales de las bibliotecas y de los archivos incluyen, entre sus pasos, cortar trozos del documento y estudiar esas muestras con el equipamiento tradicional de laboratorio. Pero con esta manera de trabajar siempre se daña al objeto en estudio.
La nueva técnica analiza los gases emitidos por los libros y documentos viejos, sin alterar a los objetos. Los científicos la utilizar para "olfatear" 72 documentos históricos de los siglos XIX y XX. Identificaron 15 COVs que parecen ser buenos candidatos a marcadores para determinar el grado de degradación del papel con el propósito de optimizar su preservación. El método también puede ayudar a conservar otros objetos de interés histórico.
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